Relación entre hermanos

Posted by rizomas on 30 junio, 2021 in artículos circular educación rizomas

Relación entre hermanos

 

Después de los padres, los hermanos son, en la mayoría de los casos, la relación vincular más intensa, más referencial y más mutuamente nutritiva de la infancia. Si la diferencia de edad es grande, este impacto puede reducirse, pero incluso siendo así, los hermanos juegan siempre un papel importante en nuestro desarrollo y en nuestras vidas.

Generalmente se trata de la primera relación de igual a igual en la que nos tenemos que desenvolver y eso hace que sea con ellos con quienes descubramos, ejercitemos y reforcemos muchas de nuestras habilidades. Descubrimos que existen “otros” con necesidades, personalidades o gustos diferentes con los que además, compartimos espacio, juguetes y figuras de apego. Todo esto nos obliga a defender, ocupar, competir, negociar y cooperar desde el primer momento y, al mismo tiempo, nos regala la oportunidad de admirar, compartir y amar con esos seres que al llegar, no suelen parecernos tan fantásticos como a nuestro entorno.

Incluso cuando las relaciones son mayoritariamente fluidas y positivas, tener y ser hermanos implica siempre enfrentarse a un reto en el que gestionar emociones contradictorias.

Tanto la llegada de un hermano a la familia, como las relaciones que se establecen en la primera infancia suelen ir acompañadas de ciertos conflictos. El novelista Daniel Handler, reflexionando sobre este tipo de relaciones, decía que “los hermanos que dicen que nunca pelean tienen que estar escondiendo algo” y yo creo que no le faltaba razón.

Si observamos a dos niños discutiendo intensamente porque quieren el mismo juguete o porque quieren subir en ese preciso instante en el columpio, podríamos desear que solucionaran el conflicto de otra manera o que sus habilidades de autocontrol fueran mayores. Pero de un modo u otro, entendemos que se trata de algo normal y que con el tiempo y un buen acompañamiento la cosa mejorará. Sin embargo, si la misma disputa se produce entre hermanos , parece que algo se remueve desde las vísceras. Porque los hermanos “deberían llevarse bien”, “deberían tratarse con cariño, con respeto…”  Y si bien es cierto que los hermanos comparten complicidad y afecto, también comparten competencia y celos. ¿Cómo no va a ser así ,si deben encontrar su lugar en el sistema familiar? Si la atención, los cuidados (y por tanto, en ese momento, interpretamos que también el amor) de los padres está en pugna.

Naturalmente todos queremos el lugar más visible, más espacioso y más cómodo. Cuando nuestros cuidados, nuestros afectos y nuestra autoestima depende de ello, lo raro sería que ocurriera lo contrario. Poco a poco, cada niño, encuentra su espacio propio, descubre que el amor puede dar de sí hasta lo insospechado, encuentra a iguales sin vínculos familiares y evalúa de otro modo el valor de esos “otros”. Pero el conflicto es inherente al camino. Es prácticamente inevitable, pero podemos ayudar a que esté menos presente, a que no se normalice y, fundamentalmente, a que sirva para extraer aprendizajes valiosos tanto en lo personal como en lo relacional.

En primer lugar, revisar las expectativas y deshacernos de las que son desproporcionadas o poco realistas siempre ayuda. Puede que eso no mejore la relación entre hermanos pero sin duda, mejora el estado de ánimo de los padres, permite acompañar las situaciones con menos sentimiento de culpa por pensar que “debo estar haciéndolo fatal porque esto no debería ser así” y permanecer con más calma y objetividad. 

Los hermanos son hermanos, pero también niños y seres individuales con personalidades diferentes que además, no necesariamente tienen que ser afines. Desde aquí podemos empezar a “mirar hacia fuera” y observar si cada hermano tiene un espacio propio, un espacio definido que le exima de la sensación de tener que rivalizar para ocuparlo.

En esto del espacio propio median muchos factores y no podemos intervenir sobre todos ellos, pero sí hay algunas cosas que podemos hacer. Por ejemplo:

-Reconocer las características individuales de cada miembro. Apreciar lo diferencial y lo único que cada uno suma a la familia.

Evitar las comparaciones. ( Aunque muchas veces lo hacemos para intentar motivar o reforzar aprendizajes, el efecto que conseguimos suele ser el contrario y además, sin pretenderlo, avivamos la rivalidad )

Intentar no etiquetar. Imagina lo difícil que debe ser encontrar tu espacio si ya te han asignado otro.

No forzar a que asuman roles que no son elegidos o no les corresponden, como por ejemplo el de hermano mayor cuidador.

Además de entender la necesidad y favorecer el encuentro del espacio personal de cada niño, hay otras muchas cosas que pueden ayudar a que las relaciones entre hermanos sean positivas;

Favorecer la expresión emocional en el entorno familiar. Incluyendo en este punto a todos los miembros de la casa. Expresar lo que nos pasa, cómo nos sentimos, qué recursos ponemos en marcha para resolver nuestros conflictos o gestionar nuestras emociones, no tiene precio. Aprendemos e integramos lo que vivimos.

Enfocarnos en la resolución de los problemas y no en la búsqueda de culpables. Cuando surgen conflictos entre hermanos, muchas veces el problema se reduce en quién tiene la culpa. A que papá o mamá me den la razón. No entres en esa competición, enséñales a buscar soluciones y si es posible a enfocarse en la cooperación o a utilizar estrategias win win en las que todos podemos ganar.

Intenta no intervenir antes de tiempo en la solución del conflicto. Están aprendiendo y para eso necesitan “hacer”. Pon el acento en lo que está y no está permitido. (Se puede no estar de acuerdo, se puede discutir , se puede estar enfadado…pero no se puede agredir verbal ni físicamente, por ejemplo) Si la situación se mueve hacia los límites en los que pueden hacerse daño, será el momento de intervenir para que los ánimos se calmen antes de seguir buscando la solución.

-Que en la medida de lo posible, el comportamiento se regule por consecuencias naturales. Aunque se trata de una premisa general, en el caso de las relaciones y  de los conflictos entre hermanos, toma una especial relevancia.

Si hago algo que perjudica a mi hermano y la consecuencia es un castigo, además de perder por el camino la autorregulación y otros aprendizajes, generalmente conseguimos resentimiento y frustración acumulada a raudales que no benefician a nadie. Preguntaros en este punto ¿Qué puedo hacer para arreglar/solucionar lo que he provocado? ¿Qué puedo hacer para que mi hermano se sienta mejor? Suele ser un buen punto de partida.

Compartir es un valor maravilloso pero los niños no están preparados para ponerlo en práctica en los primeros años o al menos no con todos sus objetos. Dale valor al apego personal por ciertos objetos, enseñar a respetar las cosas de los demás entendiendo que sienten ese mismo apego que yo siento por mis objetos favoritos es importante en las relaciones entre hermanos. Permite que haya algunas cosas que no se tengan porque compartir.

Intenta crear espacios de atención individual para cada uno de tus hijos. Puede parecer un tetris imposible, pero el fin lo merece.

-Favorece que compartan tiempo, juego , experiencias …

Los conflictos no durarán eternamente y ni siquiera van a definir el tipo de relación que tengan entre ellos el día de mañana, de manera que intenta mantener la perspectiva y no pierdas el sentido del humor. Si el tema te viene al pelo te dejo algunas recomendaciones que espero que te ayuden.

LIBROS

“Hermanos no rivales”
Adele Faber y Elaine Mazlish
Ed. Medici

CUENTOS

“Todos sois mis favoritos”
Sam Mc Bratney y Anita Seram
Ed. Kokinos

“Hermanos”
Rocío Bonilla
Ed. Algar

Edurne Simón

Psicóloga. Gestión emocional y desarrollo a través del juego.