-Es que se frustra muchísimo, lo lleva fatal y yo también. Es que yo también me frustro muchísimo. Y claro, supongo que no ayuda.
Claro…
Tú ¿cómo cuánto te frustras?
-Yo, lo normal… supongo.
Escuché esta micro conversación (que por supuesto siguió) hace unos años en un taller sobre gestión emocional y me pareció tan divertida que el “Y tú ¿cómo cuánto te frustras? “ se convirtió en un mantra que nos acompañó en ese y en los dos talleres más que completaban “el ciclo”. Y es que, como ocurre con muchas de estas capacidades / habilidades, no terminamos de tener claro cuánto es lo normal, si es que hay “un normal”.
¿Es normal sentirse por ejemplo, abrumado, ansioso o enfadado cuando no conseguimos algo que queremos? Y ¿entristecernos porque vemos cómo se esfuma un objeto de deseo?
Probablemente coincidiremos en que si nada de esto pasara sería indicativo de que habita en nuestro interior un corazón de hielo. Otra cosa diferente es hablar del cómo cuánto enfado, cómo cuánta tristeza o cómo cuánta ansiedad.
La tolerancia a la frustración como concepto alcanzó su minuto de gloria hace unos años cuando se puso esta capacidad en el foco de atención, sobre todo por el efecto de algunos programas de televisión relacionados con la infancia y la crianza. De pronto era un término que aparecía en las sesiones de consulta y en los contextos escolares como una de las grandes preocupaciones y uno de los mayores problemas a abordar.
Lo más positivo de esta etapa es que el concepto caló y hoy es ampliamente conocido aunque no sepamos cómo cuánto debemos tenerlo controlado.
Para empezar liberados y sin presiones innecesarias, hay algo que está bien tener presente y es que NADIE (Dalai Lama y monjes con gran control mental y manejo del desapego en mayúsculas, aparte) se libra de experimentar la frustración y que TODOS atravesamos situaciones en las que la toleramos de forma mediocre, por no decir terrible. Evidentemente cuantos más recursos , más autoconocimiento y más experiencias acumulamos, mejor tolerancia y mejores aprendizajes extraemos de esas situaciones. Pero aspirar a tolerar de manera impasible las frustraciones de la vida no es el objetivo. No lo es para nosotros los adultos, cuanto menos para los niños cuya mochila de recursos, autoconocimiento y experiencias, está por llenar.
Liberados de expectativas inalcanzables , vamos al meollo del tema.
La clave está, por tanto, en presentar un adecuado manejo de las emociones que aparecen cuando nos enfrentamos a una situación en la que de uno u otro modo no conseguimos aquello que estamos persiguiendo.
Parecería entonces que lo que necesitamos es tener “una buena ristra” de técnicas de autocontrol o de relajación para permitir que no nos desbordemos y afrontemos la situación de manera adecuada. Y este, que muchas veces se convierte en el punto uno, es un paso importante, pero no el primero. ¿Cómo vamos a aplicar técnicas si por ejemplo no tenemos una buena conciencia emocional? Porque necesitamos manejar la ira que “sale” de nosotros e impacta en los demás ( y esto nos preocupa mucho) pero si la frustración nos genera tristeza, vergüenza, culpa u otras emociones ¿Cómo reaccionaremos? Así que, como siempre, la conciencia emocional es fundamental.
Conocer las emociones y reconocerlas cuando aparecen. Así podremos darles respuesta y aplicar, si las necesitamos, las “estrategias” que tengamos que aplicar. Es cierto, que en la mayoría de los casos la frustración lleva de la mano ira, pero no siempre y no sólo. Si por ejemplo, además nos sentimos profundamente desanimados, es importante atender también a esta emoción. Amigarse con las emociones es una necesidad. Y esta sería una de las caras del autoconocimiento , pero si queremos seguir mejorando e ir más allá, podemos observar los pensamientos que suelen acompañarnos en las situaciones en las que más nos cuesta no sentirnos desbordados ante las frustraciones. ¿Llegan pensamientos del tipo “siempre me sale mal” , “me dejan lo más difícil a mi” “tengo mala suerte”? ¿Ninguno de estos?¿Todos? Si pongo atención en ellos, puedo cuestionarlos y/o cambiarlos y, por lo tanto, puedo apoyarme en mis pensamientos para tener una mejor gestión.
En el caso de los niños, también podemos enseñarles y ayudarles a prestar atención y mejorar su diálogo interno. Y como última cara del autoconocimiento podríamos observar qué tipo de situaciones se repiten o qué contextos se me resisten en términos de “buena gestión”, para intentar anticiparme y prepararme para ellas.
Después llegaría el tiempo de las técnicas. Ojalá todos aprendiéramos algunas, o al menos una, estrategias de relajación que nos ayudaran a surfear las grandes olas emocionales . Y del mismo modo, ojalá no perdiéramos o siguiéramos cultivando nuestro pensamiento creativo. ¿Encuentras la relación? En el origen de la frustración y el desbordamiento emocional que en ocasiones provoca, está la sensación de que aquello que no he conseguido no tiene remedio. No hay más formas de llegar a ese objeto de deseo o no hay nada más en el mundo que pueda suplir lo que esa “maravilla” me iba a aportar.
Mayoritariamente esta creencia es errónea. Hay muchos caminos que llevan a Roma, aunque no estén visibles ni señalizados. La creencia de que tal vez pueda llegar a lo que quiero de otra forma o en otro momento ayuda a rebajar la frustración y sus efectos. Y puesta a lanzar deseos al aire, ojalá también nos enseñaran que el error es una parte del camino y del aprendizaje y que la vida y nuestra autoestima no tienen porque desmoronarse cuando aparece. También nos sentiríamos más cómodos con la frustración. ¡Espera! Que si el genio de la lámpara está disponible, también quería pedir que no vivamos la petición de ayuda como signo de debilidad o incompetencia, que también nos viene haciendo falta.( Lista de deseos terminada.)
¿Qué ocurre con todas estas cosas que podemos incorporar? Que a determinadas edades, poco más o menos que se trata de quimeras. Porque si un niño vive en el presente más inmediato con una conciencia del tiempo que no se parece a la del adulto, no es tan fácil el desarrollo de la paciencia, la posibilidad de intentarlo más tarde, o de conseguir lo que queremos otro día. Y si está en la fase del pensamiento más egocentrista, es difícil que comprenda que hay otras formas de abordar la situación, entender el punto de vista de terceros implicados o la necesidad de ciertos límites. Afortunadamente siempre tenemos el juego.
Podemos por ejemplo, jugar con los conceptos temporales, utilizar juegos de turnos para desarrollar la paciencia, servirnos de actividades lúdicas para poner en práctica la perseverancia o aprender técnicas de relajación. Y además podemos fomentar la exploración y la autonomía que tienen un papel clave. Pero como siempre, el aprendizaje más valioso es el que se vive en el día a día, así que piensa ¿Tú cómo cuánto te frustras? ¿Qué tal manejas tu frustración? ¿Qué modelo eres? ¿Qué reflejas?
Lo cierto es que merece la pena invertir tiempo y energía en mejorar nuestro afrontamiento de la frustración. El psicólogo, y casi gurú para muchos, Daniel Goleman considera esta habilidad como una de las más importantes para alcanzar el “éxito”. Lejos de conocer su idea del éxito, sí que puedo contarte que ésta capacidad influye en áreas tan importantes como la capacidad de espera ante la gratificación (temazo por cierto), las relaciones sociales, la capacidad de adaptación, o el autoconcepto.
Y en este tema también hay buenas noticias para cerrar con optimismo y buen sabor de boca, porque la tolerancia a la frustración puede desarrollarse y ser mejorada en cualquier momento y a lo largo de toda la vida.
¿Recapitulamos?
-Revisa tus expectativas. Márcate objetivos razonables.
-Recuerda mantener alejados el perfeccionismo y la competitividad insana.
-Procura ser creativo y mantener una visión optimista.
-Trabaja en tu autoconocimiento. No hay trabajo con mayor gratificación.
-Si lo necesitas, pide ayuda.
-Incorpora alguna estrategia de relajación.
En el caso de los más pequeños, además:
-Permite la exploración.
-Favorece la autonomía y evita la “sobreprotección”.
-Transmite confianza en sus capacidades.
-Acompáñale en el proceso, está aprendiendo y necesita experiencias, modelos, guías y tiempo.
Y si os apetece una lectura conjunta, os dejo un par de recomendaciones:
-”Mapache quiere ser el primero” Un álbum de Susana Isern y Leire Salaberria. Esta historia editada por Nubeocho, es maravillosa para abordar tanto la tolerancia a la frustración como la competitividad.
-”El punto” de Peter H. Reynolds de la Editorial Serres. Se trata de un clásico y de un básico que entre sus múltiples lecturas, nos habla de los aprendizajes que podemos extraer al encontrarnos cara a cara con la frustración y del valor de una presencia que nos aliente a confiar en nuestras posibilidades y capacidades .
Edurne Simón
Psicóloga. Gestión emocional y desarrollo a través del juego.